R Una fiesta de muertos
Por: Ramses Ladron De Guevara
Y así es como comenzaba otra noche alocada de viernes en un mes de octubre algo frío con una pizca de chipichipi, justo para crear momentos inolvidables entre amigos y compañeros de escuela, donde quizá varios ni se conozcan, pero siempre en este tipo de fiestas es donde existe la hermandad y en algunas ocasiones el desacuerdo. Noches mágicas donde se bebe, se come y a otros se les come, se baila, se canta y se vive como si fuera la última.
Llegando al lugar ya se encontraban personas disfrazadas de todo tipo, unos con trajes demasiado elaborados como un Loki que andaba por ahí de la serie famosa de Marvel o también se podían encontrar grupos de amigas vestidas de vaqueras, otros en dúos como una Freddy Krueger con su Johnny Depp. En la mesa ya se encontraba un garrafón lleno de una bebida alcohólica llamada mojito, es con sabor a menta y caña de la más fuerte, de las que casi deja ciego, pero con un sabor agradable en la boca. Al fondo de esa mesa ya se asomaban unas cuantas botellas de vodka y Bacardí para que la noche fue más amena.
Para la noche especial la gente comenzaba a cantar canciones de reggaetón como “Lokera” del artista Rauw Alejandro, y todos se encendían con esta grata canción para los jóvenes y al unísono se escuchaba “hoy yo quiero coger una lokera y beber una lokera”, lo que hacía que la gente se emocionara y todo el que estuviera presente empezara a bailar y hasta a tomar de más. Para el rato que iba ya se encontraban varias personas desconectadas de sí mismas, lo que hacía que varios realizaran demasiadas locuras como un sujeto listo y apostando para aventarse del balcón gritando que no le pasaría nada, sin embargo, aquellos que lo quieren no lo dejaron realizar una locura.
Al fondo del salón se podía apreciar un espejo gigante lleno de luces para todas aquellas personas que estaban más que listas para tomarse una foto y recordar el momento entre amigos o pareja. Un espejo que para el final de la noche terminaría lleno de mojito y refresco regado por varios asistentes de la noche en el lugar.
Pero justo cuando apenas comenzaba una noche de fiesta, en punto de la media noche, llegaba el ex novio de una chica asistente al lugar, el cual se escuchaban varios murmullos porque aquel joven llegaría con otra nueva novia a la fiesta. La paz y diversión que se sentía, de momento cayó por los suelos, en aquella noche eso fue lo único que salió volando por el balcón y apagando por un rato la fiesta inolvidable de disfraces.
No pasó mucho rato para que la ex novia ya algo tomada, y la gente murmurando sobre ella, se levantara de su lugar con una rabia que se podía observar en sus ojos aunque el lugar estuviera con muy poca luz. Cogió un vaso lleno de aquella bebida sabor a menta con un toque se caña, dio unos cuantos pasos hacia su ex novio y con una fuerza, la joven que iba disfrazada de chica zombi, lanzó el vaso hacia la cabeza del ya mencionado ex novio.
Un vaso que en los aires se podía apreciar en cámara lenta y al chocar contra la “chompa” del individuo, solo se pudo escuchar a lo lejos la pregunta que detonaría más el enojo de aquella chica zombi, “¡qué te pasa!”. Una exclamación que en esos momentos siempre es mejor no lanzarla hacia la otra persona, porque siempre se alargará a una discusión más fuerte.
Y dicho y hecho, no pasaron ni dos segundos cuando la joven zombi le remató con una ráfaga de golpes hacia el rostro del ex novio, donde todas las personas le gritaban que se fuera y que se saliera del lugar si no quería tener más problemas. Pero del otro lado del salón, ya escondida en una esquina se podía ver a la acompañante del ex novio, la nueva o más bien el nuevo “cuero” del joven golpeado en una noche para el recuerdo.
Pasadas ya las horas en la fiesta no se le veía un fin hasta que no fuera al amanecer o hasta que oficiales de policía asistieron al lugar, pero eso nunca pasó. Lo que si es que después de las 2 de la madrugada todo siempre se vuelve confuso y raro, varios de los asistentes ya estaban drogados y tomados, cantando canciones que ni siquiera estaban puesta en aquella bocina que ambientaba el lugar, de los enamorados ni se digan, el amor se podía escuchar del otro lado de la puerta del baño mientras se escuchaba “Memorias” de Jhayco y Mora.
Esa noche fue una noche mágica llena de recuerdos para todos aquellos asistentes, desde los que se la pasaron sentados en una silla toda la noche, hasta los que terminaron ebrios y vomitados en una esquina del lugar. Sin duda alguna todos agarraron “una tremenda lokera” de la que se acordarán siempre.
Comentarios
Publicar un comentario