Guadalupe Vázquez
Cada año en el panteón de Alto Lucero, muchas familias incluyendo la mía van al panteón a limpiar y a pintar las fosas. Estas actividades se tornan entretenidas en el lapso del tiempo que se esté ahí. Como suelen ir muchas personas a limpiar los panteones, entre risas y platicas el tiempo se va volando.
Llegando al panteón se acarrean las cosas que se utilizaran como la pintura, los detergentes, escobas y cepillos, entre otras más cosas. Cuando se limpia el panteón se hacen una serie de actividades; entre barrer; quitar el polvo; quitar las telarañas; sacar los santos y los jarrones con las flores marchitas.
Al estar limpiando, es común escuchar como algunos llevan música para pasar el rato. Las personas se acercan para platicar, muchas de las conversaciones se tornan algo nostálgicas, ya que muchas son sobre recuerdos que se tenían de los difuntos, entre historias, hazañas y risas, todos los recuerdos de las personas prevalecen.
Al pintar se pinta el techo; se retoca la pintura de las paredes internas y externas. Al estar mi papá pintando llegaron amigos de él y vecinas de nuestra cuadra. Cuando se termina de pintar, se regresan las cosas al panteón, se cierra y volvemos a la casa.
Al llegar a la casa, en la tarde es cuando el frío característico del día de muertos se deja ver. Pero, se apacigua el frío con una degustación de un buen chocolate caliente de la Locomotora, recién hecho con un pan de muerto tradicional de la panadería de tío Mencho.
Si bien, para ir a comprar el pan, se debe de apartar desde antes, ya que se termina muy rápido por la gran demanda que se ejerce. Viene siendo la panadería más popular del pueblo y es de esperarse ya que lleva 70 años al servicio del público.
Cuando se pierde un familiar realmente querido, el día de muertos cambia significativamente, tal vez en su realización todo cambia, se le pone más empeño o se espera con más anhelo. Los recuerdos no pueden faltar, ya que todos esos buenos momentos se recuerdan con felicidad y con cierta tristeza añeja como diría la Quinta estación con “El sol no regresa”: Hoy los buenos recuerdos se caen por las escaleras.
Cuando se acerca más el día de Todos los Santos, es común ir al camposanto nuevamente. Pero, esta vez a arreglar y a componer para que se vea bonito. Se llevan las coronas de flores, las veladoras, y las flores. En mi familia tenemos que ir a dos panteones el de Colonia donde se encuentran los familiares de parte de mi abuela y en Alto Lucero.
Primero vamos a Colonia a dejar las coronas de flores, las flores de cempasúchil y unas veladoras para Marina y Chabela las difuntas hermanas de mi abuela y Sebastián su padre, como es tradición mi abuela siempre lo hacía, hasta que pasó a la otra vida y le dejó encargado a mi papá. Después de regreso aprovechamos y vamos al del “Alto” (apodo que se le da al pueblo de Alto Lucero entre locales)
No sé qué sucede cuando llegó al panteón se me viene la cancion de la Llorona, la dice así: No se que tienen las flores, Llorona, las flores de un camposanto, que cuando las mueve el viento, Llorona, parece que están llorando, que cuando las mueve el viento, Llorona, parece que están llorando. Con la interpretación de Angela Aguilar esta canción queda con toda la celebración.
Luego, de que se llevan las flores y coronas y se reparten entre las tumbas a las que se le pondrán, queda así un camposanto vivido de color, para que posteriormente se realice la misa anual ahí. Cuando sucede la misa muchas familias se quedan en las tumbas de sus familiares, así la pasan con ellos. Rodeado de montañas, entre nubes blancas, caminito al cielo, ahí un pueblito hermoso el que me roba el alma y al que tanto quiero, diría la paisana Paquita la del barrio.
El hecho de pasar una tarde en misa y llevar más flores al cementerio, se convierte en una sensación única, es una combinación de sentimientos que causa, porque puede ser una sensación un tanto triste pero con cierto tono de júbilo. Se ven personas que ya no viven en el pueblo, sin embargo en las fechas de día de muertos siempre vienen a dejar flores a sus seres queridos.
Celebrar la vida el Día de Muertos, con mucha seguridad es un recuerdo que sin duda alguna se quedará para siempre en nuestra memoria. Es una experiencia única que acompañada de un chocolatito caliente con pan de muerto y unos buenos tamales se graba en nuestro paladar y no solo ahí sino que se asesorará siempre en nuestro corazón.
Comentarios
Publicar un comentario